MIRADA DE EDUARDO, ESCRITA POR HUMBERTO GAETE

Han transcurrido 2 años desde que Eduardo nos dejó físicamente.

Mi relación con él habían comenzado 2 años antes, en Julio del 2010. Partió por una extraña casualidad, ya que lo que en un principio era una relación comercial respecto a la transacción de compra y venta de un Depto., en que él representaba los intereses de su madre Cecilia, y yo el de vendedor de una propiedad, terminó en una relación estrecha y de profunda amistad y cariño. Después de unos días de negociar, la transferencia del Depto. se realizó y, en una conversación mas profunda, Cecilia me solicita que quería que le realizara algunas clases a Eduardo.

Cecilia y Eduardo habían iniciado un proceso de preparación de sucesión en la entrega de la Gerencia de Incosec, en que él asumió como Sub-Gerente General en un periodo de entrenamiento y luego, al cabo de unos años, el tomaría el liderazgo de la empresa que su madre había iniciado hacía más de 30 años.

Cecilia me encomienda la tarea de entrenar a su hijo mayor en distintas materias y competencias necesarias para la Gerencia de las empresas del Grupo Incosec.

Cuando partimos, tuvimos largas conversaciones para tratar de capturar las motivaciones de este muchacho de 27 años, con inicios de estudios universitarios en Ingeniería Comercial, pero también soñador y buscador de la eterna felicidad, viajando y explorando el mundo.

Me interesó su mirada soñadora (como en algún minuto seguramente todos también la tuvimos), y sentí que lo que él decía, interesaba y sentía no calzaba con lo que yo se suponía debía enseñarle para tomar el mando de una organización. Entonces comenzó un periodo de acercamiento más personalizado (no era un alumno como muchos otros que había tenido), en que yo debía buscar los "puntos de contacto" u "Objetivos comunes" entre lo que él quería y lo que la Gerencia de esta empresa necesitaba. De lo contrario, nuestras largas sesiones no llegarían a buen puerto si no lograba "encantarlo" con lo que pretendía transmitirle.

Después de estar 4 horas a la semana durante un mes, profundizando en su historia familiar y personal (él era muy abierto en contar sus emociones y vivencias), comenzamos el período de entrega de cierto tipo de conocimientos necesarios para que el asumiera el liderazgo en el futuro. Tuvimos sesiones de Contabilidad, Planificación Estratégica, Gestión de Capital Humano, Finanzas, Desarrollo Organizacional, entre otras.

Pero resultó que esto no era solo una entrega de una vía (Docente- Estudiante), sino bidireccional, ya que él también me enseñó a comprender algunas inquietudes que mueven a las nuevas generaciones. Él respetaba profundamente a los colaboradores de Incosec, representándolos muchas veces ante la Gerencia General (su madre), con la que se amaban profundamente, pero en que ambos tenían una mirada distinta sobre algunos aspectos laborales, pero que Eduardo fue entendiendo, dada la experiencia laboral de su progenitora, que en algunos temas no tenía razón, lo que le generaba frustración, lo que teníamos que abordar rápidamente a la semana siguiente en nuestras sesiones de formación. Este proceso de aprendizaje teórico-vivencial fue clave para la maduración de este candidato eterno a Peter Pan, como lo llamábamos cariñosamente en algunas oportunidades.

Como anécdota demostrativa del espíritu de Eduardo, un día de tantos, en primavera, teníamos que hablar sobre Contabilidad, y me pide que lo acompañe a una pequeña plaza que está en la entrada de Incosec (Plaza Nueva Zelanda). Nos sentamos en una banca, sacamos nuestro almuerzo (sándwich y jugos) y, acompañados de sus dos perros (Kamar y Pelos) comenzamos la clase. Estas actividades obviamente al principio me descolocaban dentro de mi formación de docente. Esto era Eduardo, un ser libre y espontaneo, vividor de su propio estilo, consecuente con lo que opinaba y hacía. No se imaginan cuanto costaba que se pusiera una corbata para visitar clientes. Eso era atarlo a las "viejas" costumbres en las que él no "quería caer".

Esta fue mi relación con Eduardo, en los planos docente, aprendiz, amigo, consejero y formador.

Lo aprendí a querer como un hijo, sin ser ni pretender ser su padre, pero como adulto y con más experiencia en la vida laboral, de alguna forma comenzamos a prepararlo en su futuro rol, lo que no alcanzó a concretarse por un desafortunado accidente que le costó la vida.

Solo sé que él vivió intensamente su vida, aprovechando cada minuto, compartiendo con su amada Alejandra, sus padres y hermanas, sus amigos, sus perros, su libertad, su independencia y su profundo deseo de querer construir un mundo más humano y mejor.

Querido Eduardo: protege desde donde estés a tu familia, amigos y todos los seres humanos que te conocieron y que te extrañan mucho.

Una abrazo

Humberto Gaete Bascour